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jueves, 24 de noviembre de 2011

Consejos para afrontar la debacle sistémica

Help! I'm dying!
El motor de este sistema herido de muerte se apaga. Ni las técnicas de primeros auxilios, ni las cirugías, ni siquiera los trasplantes servirán; es imposible salvar al condenado a la horca. Muchos intentarán hacer como si no pasara nada, pues tienen un interés vital en que el actual paradigma continúe vivo, ya que sus privilegios individuales, sus excesos y crímenes no castigados, beben de él. Pero el barco se hunde, pidiendo a gritos un cambio que nadie parece estar dispuesto a poner sobre la mesa.

Entre tanto, como individuos, hay una serie de actitudes que podemos adoptar para que los años de austeridad e inestabilidad económica no nos afecten en demasía. Tales actitudes, sobra decir, son perfectamente válidas incluso en épocas de bonanza, ya que se fundamentan en una premisa básica: consume únicamente aquello que necesites de verdad, razonadamente. De ese modo, escapamos al lazo invisible que nos echan las empresas, llevándonos por el redil del consumo descontrolado, irresponsable e ilógico.


En primer lugar, tenemos que reducir el consumo, en general y en concreto. No es una cuestión que se limite al plano monetario; muchas veces consumimos por el placer de consumir, sin que haya una necesidad real subyacente al acto de la compra. Pongo como ejemplo a esas personas que se van de tiendas todas las semanas -a veces todos los días-, y se tiran las horas delante de escaparates. Bien, por un lado me alegro por ellas (tienen una cuenta bancaria bien inflada que se lo permite), pero por otro lado pienso que a lo mejor esa tendencia a la compra continua esconde algún tipo de carencia emocional, puesta ahí por los titiriteros del sistema. ¿El placer de la compra? ¿La creencia de que la ropa les abrirá nuevas puertas o posibilidades?

En mi caso, hace casi un año que no compro ropa, porque no la necesito, y no tengo ningún reparo en seguir así hasta que una necesidad real me obligue a ir a la tienda. Mi armario está surtido de prendas variadas y en perfecto estado. No digo que no podamos darnos un capricho de vez en cuando, ni que vayamos andrajosos por la vida, pero tenemos que parar la estupidez intrínseca de "ir de compras porque sí". Esto es aplicable a todo: electrónica, muebles, utensilios de laboratorio para el cultivo de cepas mortales de viruela, etc.

Consumir menos, a la postre, redundará en un beneficio para el medioambiente, ergo, en una mejor salud de los que habitan el planeta. ¿O acaso ves una razón de ser a este crecimiento ilimitado, edificado sobre el consumo sin pausa y los abusos al medio? ¿Qué sentido tiene que las cosas duren cada vez menos y estén más caras? ¿Cómo permitimos este despropósito? ¿Somos memos? Los recursos son condenadamente finitos, deberíamos saberlo. En una palabra: locura.

En segundo lugar, para hacer efectiva la primera premisa, tenemos que desmarcarnos del grupo, desoyendo a los medios de comunicación, sesgados y contaminados por intereses económicos, y a la sociedad en general, que te empuja a consumir para ser feliz. Tener X aparato, vestir de Y manera, conducir Z coche o realizarte un mastodóntico estiramiento de pene en una clínica ilegal tailandesa no te hace mejor. Ellos te lo venden como requisito indispensable para la elaboración de la fórmula del éxito, pero es todo humo. No serás más feliz, solo más dependiente de lo material y de la opinión de los demás; garantizado.

Aquellos que te "quieren" por lo que tienes o lo que aparentas, son totalmente prescindibles en tu vida. Te perjudican con sus vacuos razonamientos y huirán como ratas ante el mínimo signo de problemas. Son esclavos del sistema y tienen mente colmena; no esperes gran cosa de ellos.

En cuanto a las autoridades... las noticias, los periódicos, los gobiernos, etc., están todo el día con la crisis a vueltas. Es un ejemplo de condicionamiento negativo. Que si la Bolsa se hunde, que si tal país necesita un rescate, etc. Con ello te "justifican" que vas a cobrar menos y pagar más y que te recortarán tus derechos; es un puñetero invento para mantenerte quieto y callado, dentro del lienzo que pintan ellos. La única crisis real es la que se han montado los dueños del tinglado, y con un poco de suerte se les acabará el chollo pronto. Lo mejor que nos puede pasar es que el sistema reviente de una vez por todas y podamos construir algo nuevo sobre estas ruinas apolilladas. No debemos desear bajo ningún concepto la recuperación de esta estructura defectuosa, ya que de ser así todo seguiría igual y no avanzaríamos.

En tercer lugar, hemos de prescindir en la medida de lo posible del coche. Subirnos a nuestro vehículo para desplazamientos dentro de nuestra ciudad es un dislate. Consume una barbaridad, tardas más tiempo buscando aparcamiento que llegando a pie, y contribuye a empobrecer tu salud, por el sedentarismo, además de contaminar que da gusto. Si limitamos su uso, veremos que nuestros ahorros crecen y que nuestra salud mejora. Idealmente, si no lo necesitamos podríamos considerar la opción de vender el coche, y así librarnos de seguros, impuestos y compañía.

El automóvil es un símbolo de una época, en mi opinión, realmente lamentable y que es mejor superar cuanto antes.

En cuarto lugar, reprogramar nuestros hábitos en casa. Dejar la tele encendida mientras estamos en otra estancia, abrir el grifo sin interrupción al lavar los platos, no apagar las luces de la habitación, no reciclar... Este es uno de los primeros obstáculos que tenemos que superar, pero a la vez el más fácil. Si hay contenedores habilitados para la separación de residuos domésticos cerca de nuestra casa, no tenemos excusa para no hacerlo, salvo que seamos diminutas marmotas y no podamos llegar a las ranuras de los susodichos contenedores. Puntualizar que si hemos seguido la primera premisa meridianamente bien, no deberíamos tener tanta basura que separar después.

Bueno, ya sé que no son unos consejos muy concretos, pero creo que se entiende la idea general: se puede vivir perfectamente con menos. No necesitamos tanto como nos hacen creer y, sobre todo, la cantidad no nos dará la felicidad. Si así fuera, ¿por qué este planeta tiene tantos problemas? Nada más que decir.

Por Elemento Cero


lunes, 14 de noviembre de 2011

Sibaritismo musical

Soy francés y en esto del Saxo no hay quien Mégane
Tom Hanks, dando vida a Forrest Gump en la película de mismo nombre allá por 1994 haría famosa esta frase: “La vida es como una caja de bombones. Nunca sabes lo que te va a tocar”. Una idea que puede dejar entrever lo aquí quiero plasmar, aunque yo no guste de dicha cita por la, segundo mi, inconexión conceptual patente de la comparación. Pero eso es otro cantar. La vida, aún si es una caja de bombones, la cisterna de un camión-cisterna (valga la redundancia) que simplemente da vueltas, o la sucesión de las diferentes estaciones anuales repetidas cíclicamente, lo cierto es que siempre depara cambios, novedades, sorpresas y caminos sin recorrer. En este caso, a mí me ha llegado el momento de explorar nuevos caminos, de volver a cambiar de estación del año, de alimentarme nuevamente con masas de mortero, o de probar los bombones menos atractivos que en un principio fueron abandonados en la bandeja. Estoy seguro que algo nuevo que nunca había probado y que de entrada no me había entrado por los ojos, aún lejos de completarme, me perfeccionará (o al menos mejorará).

Así pues, ante esta hambre de cambio y nuevas experiencias, se ha levantado en mitad de mi camino, tal que una estatua recién esculpida, la necesidad de emplear mi tiempo libre en recorrer nuevos horizontes desconocidos. Y es por eso que, tal y como sugiere el título de la entrada, me halle en un momento en el que las ansias por catar nuevos colores de voz, culturas y formas de vida musicales estén al acecho. Ayudado, todo hay que decirlo, por cierto festival de música que tendrá lugar la próxima semana en un conocido local de mi ciudad, donde muy gustosamente me daré de bruces con el Jazz. Sí, Jazz, ese símbolo de identidad americana, íntimamente relacionada con el saxofón y propia de las BSO ambiental de infinidad de filmes. Poco más puedo que añadir puesto que no soy ni mucho menos un gran entendido. Ya que estamos, no descarto en un futuro el Blues, el Country y otros estilos de tinte étnico.

¿Y por qué ahora y no antes? Sinceramente, de los tres estilos de música nombrados, sin haber renegado en absoluto de su existencia, jamás habían creado en mi la necesidad de escucharlos, supongo que penalizados por la escasa cultura que de ellos se guarda en mi entorno, cultura, sociedad, etc. Tampoco voy a negar que algo haya tenido algo que ver el pequeño escepticismo que me embarga ante todo ese afán de protagonismo y complejo de inferioridad que embriaga la exclusividad que ondea como bandera el pueblo norteamericano en todos los campos en los que lucha con ánimo de erigirse como el modelo a seguir. Aún así, aún a pesar de sus costumbres más que discutibles, guiadas por la doble moral, no debemos obviar el resultado de lo ambicioso de las mismas. Han conseguido, en el apartado artístico, aunar y cultivar aspectos multiculturales que enriquecen las mismas, dando como producto grandes obras musicales. Y quien habla de música, podría decir lo mismo de la pintura, el baile y sobre todo el cine.

Así es como curioso yo, e indagando sobre lo referente al Jazz en un afán de acercarme a él paulatinamente, recurro a la enciclopedia virtual por excelencia: doña Wikipedia (no se me puede tachar de original, lo reconozco); en la que comienzo a leer y me quedo con sus inicios, de entrada difusos eso sí.
El jazz es un género musical nacido a finales del siglo XIX en Estados Unidos que se expandió de forma global a lo largo de todo el siglo XX.
Entre los muchos intentos de delimitar y describir el complejo fenómeno del jazz, el crítico y estudioso alemán Joachim-Ernst Berendt, en su obra clásica El Jazz: De Nueva Orleans al Jazz Rock, nos dice:
“El jazz es una forma de arte musical que se originó en los Estados Unidos mediante la confrontación de los negros con la música europea. La instrumentación, melodía y armonía del jazz se derivan principalmente de la tradición musical de Occidente. El ritmo, el fraseo y la producción de sonido, y los elementos de armonía de blues se derivan de la música africana y del concepto musical de los afroamericanos.”
El mismo autor continúa describiendo tres elementos básicos que distinguen el jazz de la música clásica europea:
  • Un ritmo especial conocido como swing.
  • El papel de la improvisación.
  • Un sonido y un fraseo que reflejan la personalidad de los músicos ejecutantes.1
Luego de leer esto, y sabiendo que “La identidad musical del jazz es compleja y no puede ser aislada ni delimitada con facilidad”, tal como se señala en la continuación de este extracto del primer hipervínculo, a uno no le queda más que profundizar en lo que supone este estilo de música para valorarlo con un mínimo de criterio objetivo. Simplemente porque ahondar en su mundo suena profundamente diferente y motivador. Lo diferente, como es sabido, es raro; lo raro es escaso; y lo escaso valioso. Al menos así lo concibe este servidor. Pero esas ya cosas mías. Lo que es seguro es que en breves os relataré la experiencia que me haya supuesto el primer contacto serio con el Jazz, aguardando haber pulido mis conocimientos respecto a él con el ánimo de no verter opiniones poco fundamentadas y/o elaboradas.

Para finalizar, os dejo con la canción más conocida del más representativo trompetista segundo mi (será porque es prácticamente el único que asocio a dicho estilo). Que la disfrutéis.


Por Marcos Pantani

 
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